Entrevistamos a la autora de «La herida que merezco», Mav Alonso

Mav, tus novelas se caracterizan por moverse entre el romanticismo y el thriller, géneros que parecen opuestos pero que en tus obras se complementan de forma única. ¿Cómo logras equilibrar la tensión del suspense con la profundidad emocional de tus personajes?

Es cierto que La herida que merezco navega entre el romanticismo y el thriller, pero no es así con mis novelas anteriores, La linterna y Tus ojos tras la lluvia. Podría decirse que el suspense, sobre todo el psicológico, es la base en la que se sustentan mis tramas. Un romance apasionado, un crimen que destapa secretos familiares, la lealtad de una amistad firme puesta a prueba… Los escenarios, los protagonistas, los argumentos van cambiando, pero lo que no cambia es la tensión narrativa, mi manera de escudriñar en la mente de mis personajes, de exprimir al máximo las emociones en toda su gama.

En La herida que merezco, el suspense será como el poso que queda tras degustar un plato suculento. No recordarás los ingredientes, pero sí la sensación provocada en tu paladar. Después de todo, en la vida lo que perdura son los recuerdos asociados a alguna emoción. Espero no dejar nunca a nadie indiferente.

En La herida que merezco, Ariana y Tobías son dos almas rotas que deben enfrentarse a verdades dolorosas y secretos del pasado. ¿Qué te inspiró a crear personajes tan complejos y cómo fue el proceso de desarrollar su psicología?

Mis propios miedos inspiran a mis personajes. La mayoría de nosotros conocemos a alguien cuyo sufrimiento ha rebasado todas las barreras de la lógica para adentrarse en un laberinto oscuro y peligroso. En mi caso, ese dolor emocional ha resultado tan perturbador que sentí la necesidad de crear a Ariana y a Tobías para gestionar y asimilar mis emociones. Su complejidad radica en su autenticidad, son frágiles y fuertes a la vez, víctimas y héroes, culpables e inocentes. Soy quien los crea, sé hacia dónde van, pero no planifico cada uno de sus pasos, los dejo evolucionar sin ponerles límites.

Creo que ahí radica el arte de la construcción de personajes, arte en el que soy una aficionada que va adquiriendo formación y destreza leyendo a los grandes. De hecho, a veces me sorprende la fuerza que adquiere un secundario, quizás por la libertad que le confiere no ser decisivo.

El suspense y los giros dramáticos son esenciales en tus historias. ¿Qué importancia tiene para ti sorprender al lector y cómo trabajas los momentos de mayor tensión narrativa en tus novelas?

La vida es una novela de suspense. Nadie sabe lo que le espera a largo plazo. Como lectora me gusta que me sorprendan, que me hagan sentir, reflexionar, que me enamoren. Quiero vivir una aventura peligrosa, fascinante, romántica, fantástica, con la seguridad que aporta la ficción. Y eso es lo que traslado a mis novelas, lo mismo que busco en las de otros escritores.

Cuando tengo que narrar una escena de gran tensión, lo primero que hago es ceder el mando al instinto, permitiendo a mis dedos volar libres sobre el teclado. Solo cuando el vendaval creativo ha amainado, cojo las riendas, releo lo escrito y ajusto la intensidad para así evitar el exceso de dramatismo. Es imprescindible haber dotado de profundidad a los personajes, tener claros sus rasgos de personalidad, para redactar escenas veraces, con actos y conversaciones que sean reconocibles en ellos.

Como escritora, ¿qué impacto ha tenido ganar el Premio a Mejor Novela Romántica en la XI Edición de los Premios Círculo Rojo 2024? ¿Sientes que ha influido en tu perspectiva sobre tu obra o en tu relación con los lectores?

El primero de los efectos es el de satisfacción personal y gratitud. Me siento honrada por haber alcanzado el premio más reconocido en el mundo de la autopublicación y agradecida con la editorial y todos sus integrantes por la oportunidad y el trato recibido. Nunca olvidaré el eco de las voces que nombraron mi obra en aquella gala memorable, el descenso entre aplausos, la emoción contenida al declamar el poema de mi padre… Cada instante ha dejado una huella en mí imborrable.

En cuanto a la influencia sobre mi obra, todo reconocimiento otorga seguridad y alimenta la esperanza. Me resulta más sencillo ofrecer mi novela en las firmas y presentaciones, por el respaldo del galardón que luce mi cubierta. Pero debo decir que todo premio lleva aparejada una cara amarga. Me he vuelto, si cabe, más exigente con lo que escribo. Y es una fiera con la que debo lidiar y a la que debo amaestrar para que no permita al síndrome del inspector llevar el timón de esta aventura.

Eres una incansable lectora y apasionada del mar y los viajes. ¿De qué manera estas pasiones influyen en tu escritura y en las atmósferas que creas en tus novelas?

Nací junto al océano Atlántico, indómito, salvaje, en una ciudad en la que el agua del mar y la que llega del cielo humedecen la tierra y el alma. Mis palabras siempre llevan impresa la huella del viento, el olor de la sal, el arrullo de las olas; me es imposible huir de su huella. De ahí la pasión con la que escribo, una pasión que debo controlar para bajar la intensidad de mis letras, que puede resultar adecuada en prosa poética, pero no tanto en una trama de intriga.

Los viajes, por su parte, son un elemento clave en mis novelas. Todos mis protagonistas viajan. Para mí es primordial conocer lugares nuevos, culturas distintas, paisajes inesperados. Ayuda a profundizar en uno mismo, relativizar, aprender, mejorar… Es abrir una ventana al mundo, dejar entrar aire renovado. A partir de ahí, todos evolucionamos, los personajes ficticios también.

Mav Alonso, posando con su obra.

La relación entre Ariana y Tobías plantea preguntas sobre el sacrificio, el perdón y los límites de la protección. Desde tu punto de vista, ¿qué mensaje esperas transmitir a los lectores sobre el amor y las heridas que merecemos sanar?

Las heridas forman parte del peaje de la vida, pero no son un precio a pagar por nuestros errores. A menudo somos nuestros peores enemigos: inflexibles e intolerantes con nuestras propias debilidades y miedos, nos castigamos duramente para mitigar nuestra ansiedad. Quiero que los lectores sientan el sufrimiento de Tobías y Ariana, y reflexionen sobre el camino que ambos eligen para alcanzar su redención. El ser humano necesita a los demás para sobrevivir, para sobrellevar las cargas. Dejar que te cuiden y te protejan no te hace más débil, sino todo lo contrario: confiar en los demás te vuelve imbatible.

A lo largo de tu trayectoria como escritora, ¿cómo crees que han evolucionado los géneros literarios como el thriller y el romanticismo? ¿Sientes que los lectores actuales buscan algo diferente en estas historias?

Como lectora incansable que ha recorrido todos los géneros, creo que la clave está en el mestizaje, en una simbiosis equilibrada. Cada autor debe buscar su estilo, su voz. Hay miles de historias por contar, pero no nos engañemos: por muchas vueltas y florituras que añadamos a la trama, los argumentos son finitos. A fin de cuentas, salvo en el mundo fantástico o la ciencia ficción, la vida humana tiene sus límites y las emociones a expresar también.

Empeñarse en escribir una trama completamente original (en cuanto a argumento) es un absurdo, pero no lo es transmitir de forma personal y única, provocando sensaciones inesperadas en el lector. Esa es mi auténtica obsesión: trascender el relato, convirtiendo la experiencia de leer en una auténtica aventura del sentir.

Me parece pretencioso apostar por las inclinaciones y preferencias del lector actual. En un mundo globalizado, donde creemos tener todas las respuestas al alcance de un clic, seguimos negando lo esencial. Cada persona es única, irrepetible, y sus deseos, motivaciones y sueños también lo son. Así que los lectores no pueden ser considerados un bloque homogéneo. Pretendemos que así sea porque facilita la tarea a nivel comercial y creativo, pero es un error.

Estoy convencida de que el lector no sabe lo que busca hasta que lo encuentra, y es nuestra responsabilidad sorprenderle, atraparlo, enamorarlo. El lector es un alma curiosa: dejémosle explorar con libertad.

Finalmente, ¿qué autores o libros te han acompañado como lectora y crees que han marcado tu estilo? ¿Qué lectura recomendarías a aquellos que disfrutan de tus novelas?

Desde Cervantes hasta Alice Kellen, ningún escritor sobra en mis estanterías. La profundidad psicológica de Crimen y castigo de Dostoyevski, el sufrimiento existencial de Unamuno, la humanidad de El conde de Montecristo de Dumas, el rigor histórico y la calidad literaria de Reverte, la oscuridad fascinante de Drácula de Bram Stoker, la pasión desbordante de Cumbres Borrascosas de Emily Brontë… Me provoca un inmenso pudor decantarme por uno, porque todos y cada uno de estos escritores, sin importar su trascendencia comercial, han dejado huella en mí.

Una mención especial merece Almudena Grandes: El corazón helado es grandiosa, imprescindible, literatura con mayúsculas. También Víctor del Árbol: El hijo del padre es brutal, afilada, una novela negra con raíces profundas e implacables. Por otro lado, Alice Kellen, con El día que dejó de nevar en Alaska, demuestra que las vivencias del ser humano común, lejos del héroe admirado y distante, pueden ser igualmente cautivadoras.

A mis lectores les recomiendo leer lo que realmente les atraiga, lo que despierte su curiosidad o emociones, sin dejarse convencer únicamente por factores comerciales como la popularidad o las reseñas. Leer es un acto íntimo, un diálogo introspectivo donde el lector también es protagonista. El libro a escoger debe ser como una pareja o un amigo: debe existir una conexión, una atracción singular.

Por último, me gustaría recordar que hay verdaderas joyas entre las novelas de autores autopublicados. No hay espacio para todos los escritores en el mundo editorial, y eso es comprensible, pero no debería impedir que los amantes de la lectura exploren alternativas más allá de los catálogos convencionales. Un ejemplo destacado para mí es Una casa en la vía cuatro, de Luisa R. Bueno: soberbia, exquisita, un auténtico descubrimiento.

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