La obra de Ana Vega se ha construido desde una fidelidad absoluta al lenguaje y a la conciencia crítica. Poeta, periodista y docente, su trayectoria literaria responde a una idea clara: la escritura no es un adorno, sino una forma de mirar el mundo y de enfrentarse a él. En Naturaleza interior, esa convicción alcanza uno de sus puntos más intensos y radicales.
Ana Vega ha colaborado en revistas y publicaciones nacionales e internacionales y ha formado parte de antologías de referencia como La manera de recogerse el pelo, coordinada por David González, o Poetas asturianos para el siglo XXI, de Carlos Ardavín. Su bibliografía, extensa y sólida, incluye títulos como El cuaderno griego, Realidad paralela, Breve testimonio de una mirada, La edad de los lagartos, Herrumbre, Llanquihue, Al xeito del tambor, Auschwitz 13, Cantar en el desierto, Resiliencia o Herencia. Un recorrido avalado por reconocimientos como el Accésit del Premio Nacional Hernán Esquío y el Premio de la Crítica de las Letras Asturianas.
Naturaleza interior se inscribe en esta trayectoria como un libro de madurez poética. En él, la autora articula una escritura donde el cuerpo y el paisaje se funden, y donde la naturaleza deja de ser un elemento externo para convertirse en una extensión de la conciencia. Árboles, raíces, tierra y agua funcionan como símbolos de una humanidad herida, erosionada por la violencia histórica, social y moral.
La voz poética de Ana Vega no busca consuelo ni belleza complaciente. Su escritura se adentra en la herida y la nombra sin filtros, construyendo un monólogo intenso en el que la identidad se fragmenta y se recompone. El yo se vuelve materia viva, se vegetaliza, se hunde en la tierra y regresa transformado. En ese descenso, la poesía actúa como un espacio de lucidez, aunque duela.
Uno de los rasgos más significativos de Naturaleza interior es su dimensión ética. El libro no se limita a una exploración íntima, sino que interpela al lector sobre la pérdida de empatía, la deshumanización y la relación destructiva del ser humano con su entorno. La naturaleza aparece como espejo implacable de nuestras contradicciones, pero también como posibilidad de memoria y resistencia.
Esta exigencia atraviesa también la labor paralela de la autora. Ana Vega compagina su actividad literaria con la docencia, coordinando cursos y talleres de creación y creatividad, y colabora de forma habitual en distintos medios como periodista, crítica literaria y columnista. Ese diálogo constante entre pensamiento, escritura y transmisión se refleja en una obra consciente de su responsabilidad.
Naturaleza interior no es un libro fácil ni pretende serlo. Es una obra que exige tiempo, atención y disposición al conflicto. En esa incomodidad reside su fuerza: en recordarnos que la poesía aún puede ser un lugar donde pensar el mundo, donde nombrar la herida y donde resistir, palabra a palabra, al desgaste de lo humano.
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